lunes, 14 de febrero de 2011

Adiós a la comida y la energía barata

El diario El País de Madrid ha realizado un excelente reportaje sobre la nueva crisis de los alimentos y sus raíces. Aquí la nota central.
El empuje chino e indio, las malas cosechas y el pánico comprador de varios Gobiernos provocan la segunda crisis alimentaria en tres años y las algaradas en países pobres
CLAUDI PÉREZ 13/02/2011


Adnan Nevic (Sarajevo, 1999) está a punto de entrar en una edad complicada. Naciones Unidas le escogió en su día como el habitante número 6.000 millones del planeta. En apenas 12 años, ese niño bosnio ha sido testigo de una especie de montaña rusa económica; una fenomenal expansión al inicio, coronada con la mayor crisis desde la Gran Depresión. A punto de cumplirse el cuarto aniversario de la crisis, cuando ya parecía que ese relato se aproximaba al final, empieza a escribirse un nuevo capítulo: explota la segunda crisis alimentaria de los tres últimos años, combinada con las primeras algaradas sociales en el Norte de África. Hay múltiples causas que explican esa coda de la Gran Recesión. Los precios dan siempre señales de que algo sucede, y los máximos que han alcanzado los precios alimentarios hablan de sequías e inundaciones, de especulación, de barreras comerciales, de subsidios en el mundo rico, de biocombustibles, de encarecimiento del petróleo; de montones de cosas importantes.
Todo eso está detrás de los espectaculares picos en la cotización de los alimentos, pero la tendencia de fondo se explica por dos causas fundamentales, de largo aliento: China, India y en general los emergentes asiáticos crecen a toda velocidad y eso, a la hora de cenar, significa que chinos e indios comen más (y mejor) que nunca. La segunda razón es la que le va a quitar protagonismo a nuestro Adnan Nevic: Naciones Unidas elegirá al habitante número 7.000 millones del planeta antes de que acabe 2011. Su efímera fama habrá durado apenas 12 años. La economía gestiona recursos escasos; a esa velocidad, cada vez más escasos.
Los precios de los alimentos llevaban varias décadas en un suave declive, hasta principios del siglo XXI. A partir de entonces empezaron a subir de forma persistente, alcanzando niveles máximos a mediados de 2008. Ya en ese momento hubo convulsiones sociales en una veintena de países, pero la Gran Recesión enmascaró esos problemas por un tiempo. Los precios cayeron rápidamente por el descenso de la demanda en todo el mundo, pero todo gran terremoto tiene su réplica: apenas dos años después los alimentos vuelven a estar muy caros y son una de las razones de las protestas que desencadenaron la crisis en Túnez y el efecto contagio en las calles de Yemen, Argelia, Jordania y Egipto.
Hay numerosas variables que explican ese fenómeno desde un punto de vista coyuntural: "Se trata de una serie de acontecimientos dispares que se han reforzado mutuamente y han alcanzado el punto crítico al mismo tiempo", resume Federico Steinberg, del Instituto Elcano. En condiciones normales, los mercados se acercarían al límite actual para luego tranquilizarse. Pero estas no son condiciones normales, y el mercado alimentario tiene características muy peculiares como para no prestar atención a lo que está sucediendo, a todo ese ramillete de causas que vienen a unirse a la tendencia de fondo: la emergencia de China e India, la imparable pujanza de la población mundial, las dificultades para dar de comer más y mejor a cada vez más gente sin que la productividad de la agricultura mejore sustancialmente desde hace tiempo. "Todo eso lleva a los expertos a considerar que la era de los alimentos baratos (y de otras materias primas) toca a su fin", resume Gonzalo Fanjul, de Intermón Oxfam.
En la crisis actual se repite la secuencia de 2008: una pieza en dos actos. Durante un tiempo, incrementos de precios por el tradicional juego de oferta y demanda: malas cosechas por sequías o inundaciones cada vez más frecuentes a causa del cambio climático; reducción del nivel de existencias; cultivos que dejan de dedicarse a la alimentación para producir biocombustibles, ese tipo de cosas. Y a partir de ahí un segundo acto marcado por decisiones políticas cuestionables como las restricciones a la exportación, esta vez en Rusia y Ucrania, países productores en los que ha habido malas cosechas y que quieren controlar los precios. Y ante las primeras algaradas sociales en los países más vulnerables, los Gobiernos reaccionan con algo parecido al pánico comprador: Argelia, Arabia Saudí, Bangladesh, Indonesia, Afganistán e India han anunciado que llenarán sus graneros de maíz, arroz o trigo para evitar que se repitan protestas. Paradójicamente, esa política contribuye decisivamente a las alzas de precios. "Eso es lo verdaderamente preocupante. Y ese tipo de anuncios atraen además a los especuladores", explica Vicente Pallardó, de la Universidad de Valencia.
Los costes de algunos alimentos se acercan o sobrepasan ya los picos de 2008. Hace unos días, la FAO (el organismo de Naciones Unidas encargado de la agricultura) anunció que el índice de precios que agrupa a los principales productos básicos superó todos los récords en diciembre, y batió de nuevo esas marcas en enero. El encarecimiento fue de un 30% en 2010, y el Banco Mundial prevé que los precios elevados -unidos a una gran volatilidad- se mantengan al menos hasta 2015. Los egipcios gastan casi la mitad de su renta en alimentos: en los países más pobres ese gasto se lleva hasta dos tercios de los ingresos de una familia media. En esos lugares, las alzas de precios "son una amenaza para el crecimiento y para la estabilidad social", según Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, que ha reclamado al G-20 que dé prioridad a la crisis alimentaria. Razones no faltan: hay casi mil millones de personas que sufren hambre en todo el mundo; más del 60% son mujeres. Y un tercio de la mortalidad infantil en todo el mundo se atribuye a la malnutrición.
El alud de informaciones para entender la magnitud del problema es sensacional. El precio del trigo en los mercados de Reino Unido alcanzó en enero un máximo histórico. En Argelia ha habido disturbios por la escasez de alimentos. La inflación en India se encarama hasta rozar el 20% a causa de los alimentos, lo que ha llevado a su Gobierno a amasar existencias. China busca en el extranjero grandes cantidades de trigo y maíz, y México empieza a hacer lo mismo para evitar una reedición de la crisis de las tortillas. "En general, los accidentes climáticos explicaban buena parte de los picos en los precios hace unos años. En 2008 fueron los fondos especulativos los culpables de las subidas. La buena noticia es que ahora la principal razón es que el mundo emergente ha salido de la crisis a toda velocidad y eso explica ese encarecimiento repentino, por la mayor demanda. Se trata de algo positivo: las gentes comen ahora más y mejor en esos países. Desde luego eso provoca dificultades en otros países de bajos ingresos, pero la otra cara de la moneda son los productores de alimentos: en Argentina o Brasil no puede hablarse de malas noticias", afirma Rolf Campos, profesor de la escuela de negocios IESE en Madrid. Aunque buena parte de los márgenes no se lo lleven los pequeños productores, sino las grandes multinacionales del sector agroalimentario.
"Los altos precios probablemente persistan durante meses. La agricultura no es como otras industrias: transcurre tiempo para que las inversiones permitan que la oferta crezca", explica Abdolreza Abbassian, economista de la FAO, que en las últimas semanas ha puesto el acento en las dificultades que añade la volatilidad extrema de las cotizaciones. No va a ser fácil reducir esos vaivenes. Hace unos días, en Davos, el presidente francés Nicolas Sarkozy se preguntaba si es de recibo que un solo especulador pueda adquirir de una tacada un 15% de la producción mundial de cacao en una operación "sin pagar un solo céntimo" para después revenderla. "¿Eso es lo que hace el mercado? ¿Eso es lo normal?", decía.
"La seguridad alimentaria ha entrado en la agenda del G-20 y eso es positivo", afirma Máximo Torero, del think tank estadounidense IFPRI, que apunta posibles soluciones: "Hay que crear una unidad de inteligencia alimentaria para conseguir más transparencia sobre las reservas y evitar situaciones de pánico, con un mecanismo de alerta para no llegar a situaciones límite, y hay que regular el mercado de futuros para limitar la especulación". "Hay que hacer todo eso y sin embargo los tres últimos años demuestran que el desgobierno es completo en el mercado alimentario: ni siquiera con la banca se hacen menos cosas", añade Fanjul.
La lucha contra ese problema nunca ha sido fácil. A mediados del siglo pasado, el hambre asolaba India tras una grave sequía: un tipo llamado Norman Borlaug consiguió nuevas variedades de semillas de trigo y obró el milagro, la productividad mejoró y millones de personas dejaron de pasar hambre. Borlaug ganó el Nobel en 1970 y lo que hizo se conoce como revolución verde (aunque el uso de plaguicidas ha contaminado los acuíferos de las regiones en las que se aplicó su idea, según algunas fuentes). "Necesitamos una segunda revolución verde, y rápido", reivindica Pallardó, "porque la productividad agrícola se ha estancado y en cambio la población alcanzará los 9.000 millones en 2050". Para entonces, probablemente el mundo habrá olvidado a Adnan Nevic, el ciudadano 6.000 millones. Aunque nunca se sabe. Un tal Thomas Malthus, un apacible clérigo y matemático que vivió a caballo del siglo XVIIII y el XIX, dejó escrito hace más de 200 años lo que se conoce como maldición malthusiana: "La capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la de la tierra para producir alimento para la humanidad". El capitalismo industrial tendió un puente por encima del abismo demográfico malthusiano: ese peligro se ha evitado durante dos siglos y Malthus ha sido perfectamente olvidado durante años. En el tiempo que usted emplea en leer este artículo nacerán unas 900 bocas que alimentar: es posible que los genetistas y la tecnología consigan esa segunda revolución verde, pero de momento Malthus está siendo reivindicado. El economista John Keynes, también semiolvidado durante años, atribuía a Malthus "una profunda intuición económica". Y conviene fiarse de Keynes

viernes, 11 de febrero de 2011

Protestas por suba de alimentos en Bolivia

El presidente de Bolivia, Evo Morales, tuvo que abandonar ayer el departamento de Oruro (al oeste del país), donde participaba en un desfile conmemorativo de sus 230 años de independencia, ante las protestas protagonizadas por cientos de personas contra el aumento del precio de los alimentos básicos, como el azúcar, y de las tarifas del transporte público.

El mandatario, quien estuvo acompañado por su vicepresidente, Alvaro García Linera, tuvo que regresar a La Paz por motivos de seguridad ante la multitudinaria protesta que suscitó su presencia en el desfile, cuyo punto de partida era la plaza 10 de febrero de la ciudad, según informó el portal Erbol. El portavoz de la Presidencia, Iván Canelas, calificó de "desubicados" a los manifestantes, al considerar que debían haber expresado sus quejas en un momento más adecuado y a través de la vía correspondiente. "Habrá momentos para hacer conocer los rechazos y protestas. ¿Por qué hoy?", se cuestionó.

El funcionario acusó al secretario ejecutivo de la Central Obrera Departamental (COD), Jaime Solares, de orquestar las revueltas. "Este tipo de dirigentes lo que hacen es buscar protagonismo y aprovechar la coyuntura política en momentos de gran congregación en el departamento", apuntó. "Es lamentable que cuando se iniciaba el desfile cívico, grupos de dirigentes despistados y con un pasado ligado a los golpes de Estado realicen manifestaciones de protesta con el fin de provocar temor en la población", agregó Canelas, en referencia a los supuestos vínculos de Solares con el paramilitarismo.

En relación a las demandas de los manifestantes, el portavoz presidencial aseguró que el Gobierno está realizando un gran esfuerzo para abastecer a la población de los productos básicos y evitar así un incremento desproporcionado de sus precios, "incluso por vía aérea". En la misma línea, recordó que el Ejecutivo ha iniciado una ronda de contactos para frenar el alza de las tarifas del transporte. "Se realizan negociaciones entre la Autoridad del Transporte y las Telecomunicaciones (ATT), el Gobierno y los transportistas, igualmente, para buscar consensos con la población, para definir el sistema tarifario", aseveró, en declaraciones recogidas por la Agencia Boliviana de Información.

jueves, 10 de febrero de 2011

Sube el trigo explota el norte de Africa

La historia suele discurrir por trayectorias difícilmente predecibles. Ciertamente para quienes sabemos que las restricciones de los recursos naturales disparan los precios de los productos más básicos y hemos seguido con atención los disturbios de 2008, lo que sucede en le norte de Africa no nos sorprende.
Pero lo que si es más sorprende es la convergencia de la globalización inteligente con la malthusiana. Mientras la segunda causa la furia de las multitudes árabes hambrientas, un joven funcionario de google a través del diseño de páginas de internet y del uso de facebook está canalizando el descontento hacia una innovación inédita en el mundo árabe: reclamar democracia y libertad.
Mientras vemos a una dictadura que se desmorona, como a comienzos de los 80 en América Latina o a comienzos de los 90 en el este de Europa, Túnez ha comenzado un dominó, al que seguirá Egipto. El alto precio del trigo dispara un ciclón democrático en el mundo islámico. Será difícil frenarlo porque una vez que los humanos del siglo XXI saboreamos el aire fresco de la libertad en las calles y en Internet, es muy difícil volver atrás. Pero también será difícil frenarlo porque el precio de los alimentos seguirá subiendo en todo 2011. Ojalá traiga la democratización del mundo islámico. Todos viviremos más tranquilos.